Borjamari, ya metidos en harina, pertenece a ese ejército de escribidores que tienen que retorcer el lenguaje para quedarse a gusto. Extreñidos, les llamaba mi padre. Complicarse la vida al escribir, no sé si me explico, pero con poca gracia. Leed, por ejemplo al Capitán Cerumen: el tío domina, da un giro, sorprende, utiliza un lenguaje inesperado y unas cadencias maravillosas. Se lee de corrido e, incluso sin saber qué carajo estás leyendo, dices: qué gustito da leer esto. Leed a America Television Canal 4 en vivo: da la impresión de escribir con el diccionario y el libro de estilo de 4 periódicos juntos. Por decirlo en términos técnicos, Borjamari es un enlace.
Tener un blog es como tener una bitácora, pero con menos letras y como en extranjero. Este pensamiento está muy bien para acabar este articulillo. De hecho, iba a ser la primera frase del articulillo de hoy, porque pensaba escribir sobre el hecho de tener un blog y mantenerlo con ilusión y procurar que sea entretenido… el caso es que se me ha cruzao el gurú o guruesa de por medio y no he podido evitar hablar de ello. Pero a lo mejor hubiera quedado más bonito si empezara así:
Tener un blog es como tener una bitácora, pero con menos letras y como en extranjero.
Es viernes previo a la semana santa y doy gracias por vivir en 2005, señores, señoras y ser joven (bueno...), europeo, tener ADSL y beber PepsiMax (máximo sabor sin azúcar).
Son frecuentísimos en gente de cierta edad (cuando se dice cierta edad, se alude, en realidad, a una edad incierta, pero que suele superar los 35) los ataques de nostalgia:
Ay, cuando era niño, jugábamos en el parque, no como ahora…
Hmmmm… el sabor de la leche recién ordeñada de mi infancia… (no se cuentan las infecciones pilladas, claro)
Oijs, nosotros, de niños, respetábamos a los mayores (nadie cuenta cuando le tirabas petardos por la ventana a una señora por la poderosa razón de que te hacía gracia que se pusiera a llorar)
Caray, las vacaiones en el pueblo (sin agua coriente, teniendo que ir a cagar, con perdón, al prao… quita, quita…)
Qué bonita, la tele… (y qué cutre, seamos serios, salvo honrosas excepciones).
Yo, cuando se acerca la semana santa, recuerdo con horror que: - Había que estar triste. - Respirar era doloroso. - En la radio sólo se ponía música clásica y de la tristona. Y mis padres, secuestraban el tocadiscos (antes, en muchas casas sólo había un equipo de música para toda la familia, detalle añorable, también) para poner música más lamentable y lamentuosa todavía.
- En la tele las mismas pelis sobre la pasión y todo ese temita. - Había una especie de visita piadosa a 35 iglesias, bien vestidito (según el asesino criterio de tus padres) y rezabas en todas ellas.
Tener un blog es como tener una bitácora, pero con menos letras y como en extranjero. Este pensamiento está muy bien para acabar este articulillo. De hecho, iba a ser la primera frase del articulillo de hoy, porque pensaba escribir sobre el hecho de tener un blog y mantenerlo con ilusión y procurar que sea entretenido… el caso es que se me ha cruzao el gurú o guruesa de por medio y no he podido evitar hablar de ello. Pero a lo mejor hubiera quedado más bonito si empezara así:
Tener un blog es como tener una bitácora, pero con menos letras y como en extranjero.
Es viernes previo a la semana santa y doy gracias por vivir en 2005, señores, señoras y ser joven (bueno...), europeo, tener ADSL y beber PepsiMax (máximo sabor sin azúcar).
Son frecuentísimos en gente de cierta edad (cuando se dice cierta edad, se alude, en realidad, a una edad incierta, pero que suele superar los 35) los ataques de nostalgia:
Ay, cuando era niño, jugábamos en el parque, no como ahora…
Hmmmm… el sabor de la leche recién ordeñada de mi infancia… (no se cuentan las infecciones pilladas, claro)
Oijs, nosotros, de niños, respetábamos a los mayores (nadie cuenta cuando le tirabas petardos por la ventana a una señora por la poderosa razón de que te hacía gracia que se pusiera a llorar)
Caray, las vacaiones en el pueblo (sin agua coriente, teniendo que ir a cagar, con perdón, al prao… quita, quita…)
Qué bonita, la tele… (y qué cutre, seamos serios, salvo honrosas excepciones).
Yo, cuando se acerca la semana santa, recuerdo con horror que: - Había que estar triste. - Respirar era doloroso. - En la radio sólo se ponía música clásica y de la tristona. Y mis padres, secuestraban el tocadiscos (antes, en muchas casas sólo había un equipo de música para toda la familia, detalle añorable, también) para poner música más lamentable y lamentuosa todavía.
- En la tele las mismas pelis sobre la pasión y todo ese temita. - Había una especie de visita piadosa a 35 iglesias, bien vestidito (según el asesino criterio de tus padres) y rezabas en todas ellas.